En esta segunda fase, Carmona profundiza en la idea de, que aunque el movimiento carece de género, puede tener cualidades masculinas o femeninas según la energía se expresa. Esta reflexión llevó al artista a abrazar su propia femeneidad sin miedo a perder su masculinidad, posibilitando el surgimento de un campo de posibilidades más allá de las imposiciones culturales de lo que debe ser y cómo se debe mover un hombre o una mujer. Esta apertura se hizo más profunda gracias a la integración de dos excelentes bailarinas en el proceso: Chisato Shemesh y Yasmin Mahmoud, que además, al pertenecer a disciplinas dancísticas distintas, aportaron un nuevo vocabulario de movimiento.
La audiencia que participó en la presentación de los resultados de cada etapa y los coloquios posteriores, ha expresado que se sintieron tocados profundamente por la honestidad, la humanidad y la fuerza de las presentaciones.