Tras haber vivido un año en un proceso profundo de ira, Belén Maya utilizó dicha emoción como materia prima para trabajar en esta residencia, con el objetivo de trascenderla y alcanzar una libertad más real, transformándola en una energía de creatividad y vitalidad de forma natural.
La participación de artistas de diferentes disciplinas: la danza flamenca, el arte plástico y la música, permitieron descubrir nuevos códigos artísticos, expresando e improvisando a través del trabajo energético y emocional, balanceando el proceso entre la libertad y la estructuras, y yendo más allá de los códigos de cada disciplina.